El teléfono no dejaba de sonar. Ya tenía más de sesenta minutos y ella seguía en la tina de baño, había sido una semana muy desgastante, el trabajo, los compromisos profesionales, los compromisos en el club y en otras instituciones de voluntariado a las que ella suele asistir así como otras actividades personales, sólo trataba de despejar su mente y relajarse, lo necesitaba realmente pues habia entre todos esos sucesos algo que ya la tenía exhausta, muy agotada, que incluso sólo pensar en lo mismo la desgastaba pues su corazón ya había sufrido demasiado. Sólo quiero estar sola, necesito estar sola, lo pensó durante mucho tiempo más mientras seguía disfrutando el agua en la tina, jugando con sus dedos de los pies, algo que le divertía y le relajaba… y el teléfono, no paraba de sonar.
Cuando ella era niña no tenía las actividades que con normalidad tenían los chicos de su edad, es decir, siempre jugaba con niñas y niños de su edad pero no todos los juegos le parecían buenos, quizá porque su contexto familiar era un tanto diferente. Siempre estuvo demasiado ocupada haciendo actividades extra clases, unas tardes eran en el ballet, otras más en la escuela de música, fines de semana en el club de voluntariado e incluso algunas veces acompañaba a sus padres en los negocios. Dentro de todo, ahora, a su casi tercera década de vida, piensa que cada cosa, cada actividad, tiene sentido y razón de ser pues eso la ha ayudado a enfrentar y a decidir que hacer y que no hacer, que elegir y que rechazar, todo con la finalidad de dejar de sufrir, y lograr una felicidad anhelada dentro de un mundo muy real y palpable en donde el frío y el silencio del pasado se torna presente en su existir.
Afortunadamente en toda su vida no le ha faltado nada. A sus trece años Camila fue huérfana de madre (en plena pubertad, cuando una mujer más que nunca ocupa de una amiga, de una confidente que le ayude a aceptar sus cambios fisiológicos y mentales también), aunque esa es una historia que ella no supo hasta la muerte de su padre la cual ocurrió meses atrás. La vida de su padre giraba en torno a los negocios, su atención hacia Camila fue como un padre amoroso pero sin tiempo para expresárselo, quizá por eso sus actividades extras, su relación con gente mucho mayor que ella, gente que en su momento la hizo madurar, crecer y tener la libertad de opinar ante una formalidad de hogar tan marcada pues su relación con su padre solo era como un reporte de actividades, como un inventario en el negocio, en fin, a ella le faltaba amor familiar, y tiempo después amor de verdad, pues a pesar de la buena relación con la servidumbre que intentaba suplir la ausencia de sus padres, el anhelo de un hermano o una hermana, nada era igual, nunca fue igual.
Camila pudo adquirir una excelente formación académica a nivel nacional como internacional tuvo oportunidades que supo aprovechar. En su estancia en Barcelona pudo obtener más conocimientos, compartió momentos inolvidables conociendo el viejo mundo y disfrutando del tiempo. Ahí conoció a Carlos, un chico italiano con quien compartió grandes momentos, académicos, culturales, viajes, pasiones, desvelos, llantos, desesperaciones, en fin todo, ese todo que incluso pudo suplir la ausencia de sus seres amados, los que estuvieron, los que se fueron, los que nunca llegaron y que ella los esperaba en sus sueños. Camila nunca descuido su estancia profesional en el extranjero a pesar de que siempre estaba Carlos en su mente. Cuando conoció a Carlos fue muy gracioso para ella, fue simple coincidencia, ella intentaba ordenar su menú en un restaurante italiano el día de su cumpleaños (su primer cumpleaños “sola”, a tan solo dos meses de haber llegado a un país que no le pertenecía), tras el intento fallido de aplicar sus recientes lecciones de italiano Carlos la pudo sacar del apuro y así fue como comenzaron a compartir la mesa, la universidad, las mañanas, las noches, la cama y mucho más…
Su estancia fuera de casa fue de dos años, era su master en administración de empresas hoteleras, Carlos ya tenía casi un año de estancia, y también hacia una maestría pero en Arquitectura. Él era diez años mayor que ella. Ella pudo viajar a la ciudad de Palermo, natal de Carlos, conoció a su familia, sus costumbres, su vida. Las cosas se fueron dando tal y como ella esperaba que se dieran con el chico de sus sueños, sin importar el lugar, cultura, creencia o color piel, ella quería que se diera y que fuera correspondida, simplemente hubo congenialidad. Paso el tiempo, un año, el primer año de estancia de Camila, casi diez meses de andar con Carlos, a unas cuantas semanas de que Carlos se retornara a Palermo, pues sus estudios habían concluido y su familia lo esperaba. Ambos acordaron verse cada mes presencialmente, un fin de semana de cada mes iría Camila a Palermo, el otro iría Carlos a Barcelona.
Cuando ella era niña no tenía las actividades que con normalidad tenían los chicos de su edad, es decir, siempre jugaba con niñas y niños de su edad pero no todos los juegos le parecían buenos, quizá porque su contexto familiar era un tanto diferente. Siempre estuvo demasiado ocupada haciendo actividades extra clases, unas tardes eran en el ballet, otras más en la escuela de música, fines de semana en el club de voluntariado e incluso algunas veces acompañaba a sus padres en los negocios. Dentro de todo, ahora, a su casi tercera década de vida, piensa que cada cosa, cada actividad, tiene sentido y razón de ser pues eso la ha ayudado a enfrentar y a decidir que hacer y que no hacer, que elegir y que rechazar, todo con la finalidad de dejar de sufrir, y lograr una felicidad anhelada dentro de un mundo muy real y palpable en donde el frío y el silencio del pasado se torna presente en su existir.
Afortunadamente en toda su vida no le ha faltado nada. A sus trece años Camila fue huérfana de madre (en plena pubertad, cuando una mujer más que nunca ocupa de una amiga, de una confidente que le ayude a aceptar sus cambios fisiológicos y mentales también), aunque esa es una historia que ella no supo hasta la muerte de su padre la cual ocurrió meses atrás. La vida de su padre giraba en torno a los negocios, su atención hacia Camila fue como un padre amoroso pero sin tiempo para expresárselo, quizá por eso sus actividades extras, su relación con gente mucho mayor que ella, gente que en su momento la hizo madurar, crecer y tener la libertad de opinar ante una formalidad de hogar tan marcada pues su relación con su padre solo era como un reporte de actividades, como un inventario en el negocio, en fin, a ella le faltaba amor familiar, y tiempo después amor de verdad, pues a pesar de la buena relación con la servidumbre que intentaba suplir la ausencia de sus padres, el anhelo de un hermano o una hermana, nada era igual, nunca fue igual.
Camila pudo adquirir una excelente formación académica a nivel nacional como internacional tuvo oportunidades que supo aprovechar. En su estancia en Barcelona pudo obtener más conocimientos, compartió momentos inolvidables conociendo el viejo mundo y disfrutando del tiempo. Ahí conoció a Carlos, un chico italiano con quien compartió grandes momentos, académicos, culturales, viajes, pasiones, desvelos, llantos, desesperaciones, en fin todo, ese todo que incluso pudo suplir la ausencia de sus seres amados, los que estuvieron, los que se fueron, los que nunca llegaron y que ella los esperaba en sus sueños. Camila nunca descuido su estancia profesional en el extranjero a pesar de que siempre estaba Carlos en su mente. Cuando conoció a Carlos fue muy gracioso para ella, fue simple coincidencia, ella intentaba ordenar su menú en un restaurante italiano el día de su cumpleaños (su primer cumpleaños “sola”, a tan solo dos meses de haber llegado a un país que no le pertenecía), tras el intento fallido de aplicar sus recientes lecciones de italiano Carlos la pudo sacar del apuro y así fue como comenzaron a compartir la mesa, la universidad, las mañanas, las noches, la cama y mucho más…
Su estancia fuera de casa fue de dos años, era su master en administración de empresas hoteleras, Carlos ya tenía casi un año de estancia, y también hacia una maestría pero en Arquitectura. Él era diez años mayor que ella. Ella pudo viajar a la ciudad de Palermo, natal de Carlos, conoció a su familia, sus costumbres, su vida. Las cosas se fueron dando tal y como ella esperaba que se dieran con el chico de sus sueños, sin importar el lugar, cultura, creencia o color piel, ella quería que se diera y que fuera correspondida, simplemente hubo congenialidad. Paso el tiempo, un año, el primer año de estancia de Camila, casi diez meses de andar con Carlos, a unas cuantas semanas de que Carlos se retornara a Palermo, pues sus estudios habían concluido y su familia lo esperaba. Ambos acordaron verse cada mes presencialmente, un fin de semana de cada mes iría Camila a Palermo, el otro iría Carlos a Barcelona.
Dicen que las distancias son peligrosas en el amor, pero Camila siempre predicó que si en realidad existía amor, las distancias no interferían en ninguna relación así como en la lealtad de los corazones. Los primeros seis meses después de que regresara Carlos a Italia todo funciono de maravilla, pero con el tiempo, los correos, las llamadas, los mensajes y cualquier otro contacto que sus corazones se inventaban se volvieron más esporádicos, se tornaron distantes, fue él quien marco un punto final a la relación. Primero hubo pretextos, el tiempo, el trabajo, los traslados, los viajes, en fin, pretextos. Camila fue muy paciente pero su paciencia también la hizo reaccionar.
Un día sin avisarle a Carlos tomo el tren a Francia y después a Palermo. Llegó un día que jamás olvidará pero que le hizo quitarse la venda de los ojos, el día quizá más doloroso que la ausencia de ese hogar de ensueño. Carlos estaba comprometido con otra mujer, en realidad lo estuvo desde antes de irse a España pero fue tan astuto y tan cobarde que nunca quiso enfrentar su realidad con Camila. Para ella fue una situación muy difícil de asimilar pues había encontrado en él a una persona tan acople que podía vivir el resto de su vida a su lado, sin embargo hay momentos en que todo tiene que salir a luz, tal como sucedió el día que murió su padre.
Dos años de estancia en Barcelona, un mes más y Camila regresaba a país natal, su América del alma, donde la vio nacer. Cuando regresó todo lo vio distinto, mejor o peor ella no la sabe aún, sin embargo, descubrió cuanto amaba su vida, su hogar, se dio cuenta que la ausencia le había enseñado a valorar los amores anhelados e incluso el amor perdido. Lamentablemente cuatro meses después la perdida de su padre fue devastadora para ella, un accidente fatal cobro la vida de su padre y su chofer, era una noche lluviosa en carretera. Un día antes de escribir está narración Camila había leído el testamento de su papá, en donde entre tantas cosas le dejo la última carta de su mamá, antes de su muerte… ella (su madre) se había suicidado tras enterarse del engaño de su esposo (padre de Camila), decidió quitarse la vida antes que sufrir el dolor, la aceptación de compartir al amor de su vida…. Carajo!!, (entre tantas emociones encontradas) Camila pensó, que valor de mi madre, que egoísmo de mi padre……que historia.
¿A caso la vida repetiría la historia de su madre en Camila?..., no indudablemete, pensó Camila. Para ella todo lo sucedido era sólo un comienzo de una felicidad añorada…..
……….nunca es tarde, ahora lo piensa.
Anónima.